viernes, 1 de enero de 2016

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Duodécimo capítulo: Wrong decisions.

JAKE:
Todo mi mundo se venía abajo. No podía concentrarme en otra que en aquella imagen. Se repetía en mi cabeza como la típica canción pegadiza de los anuncios, pero con bastante facilidad podía encontrar las siete diferencias. Para disminuir el dolor que mis pensamientos provocaban en cada rincón de mi cuerpo, empecé a golpear la pared de mi cuarto con fuerza, impotente. Había llamado a Amy alrededor de unas veinte veces y nada más que podía escuchar la voz de la operadora diciéndome que el número no estaba disponible. ¿Cuánto tiempo más iba a tener que estar así? No podía permitir que una chica le diera la vuelta a mi mundo de tal manera pero, no tenía más remedio. Yo había decidido que ella formara parte de mi vida así, y no iba a negar que me gustase que ella fuese el cambio repentino que me hacía falta.
Estaba cansado, estaba harto de las discusiones familiares. Mis padres siempre peleando, y como el tonto de Jake que era, siempre quería ser el "intermediario". Quería algo tan simple como solucionar los problemas que habitualmente tocaban a la puerta de mi casa, pues no soportaba ver como mi hermana se tapaba los oídos con fuerza para no escuchar las voces e intentar dormir. No me gustaba tener que ir cada noche a su habitación para abrazarla con fuerza y que se durmiera en mis brazos, pero que ahora se me sumara ese rompecabezas con Amy, me mataba.
No quería despertar la curiosidad de mi hermana, Grace, pero los golpes resonaban en toda la segunda planta de la casa, y no me lo replanteé antes de hacerlo. Entonces tocaron a la puerta y yo sabía que me encontraría con sus ojos inocentes.

—¿Estás bien? —preguntó Grace preocupada tras posar sus oscuros ojos en mis manos. Yo aún transpiraba con fuerza; me faltaba el aire.
—¿Qué pasa, enana? —le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja, evadiendo la pregunta— ¿Tienes alguna duda con los deberes?
—No —contestó rápido, como si se desinteresara de tema y quisiera hablar de algo complicado pero no supiera como explicarse—. Probablemente pienses que soy demasiado pequeña, pero sé más de lo que piensas, ¿sabes? —dijo casi tartamudeando.
—¿Algo como que estoy saliendo con una chica? —abrió mucho los ojos y la boca.
—¡Eso es! —exclamó echándose flores— ¡Sabía que me escondías algo! —puse los ojos en blanco— ¿Y lo de los dedos? —puso una mueca.
—No es nada —contesté como si no me doliera ni un poquito—. Fue jugando al baloncesto —mentí cuidadosamente.
—Tendré ocho años, pero mi asignatura preferida es conocimiento del medio, y casi que te puedo asegurar que eso no te lo has hecho jugando al baloncesto —me espetó mi hermana. No me podía creer que estuviera tan espabilada a una edad tan temprana.
—¿Casi? ¿No estás completamente segura? —le pregunté burlándome de ella, y me fui acercando lentamente como si fuera un león intentando cazar a su próxima presa. Y cuando vi la oportunidad, la cogí por los pies y me la coloqué en el hombro izquierdo. Ella comenzó a chillar como loca, y yo le empecé a hacer cosquillas en los pies. Me golpeaba con fuerza el pecho hasta que la desplomé en el suelo.
—¡Tienes suerte que sea la mejor hermana del mundo y no vaya a chivarme! —me dijo sacándome la lengua. Reí ante su comentario y tras varias insistencias en cuánto a curarme la herida, dejé que fuese a por el botiquín y se encargase de que su hermano estuviera, como ella decía, "sano y a salvo"— ¿Sabías que te quiero mucho?
—No lo he dudado ni por un segundo —le respondí arrogante.
—¿Ni siquiera aquella vez en la que te dije que te odiaba?
—Ni siquiera aquella vez —y la abracé fuerte.
—Tengo dos últimas preguntas. Primera, ¿quién es ella? Y segunda, ¿cómo llevas las divisiones?


AMY:
Volví a casa sobre las seis de la tarde y no sabría decir si me había sentado bien o mal la terapia con Sammy, porque bueno, tal y como dice la palabra tuve que contarle todo lo que había ocurrido desde que Emily se había mudado. Cuando le terminé de relatar lo que había pasado durante estos días, historia a la que había prestado bastante atención, se "limitó" a decir: Menuda arpía. Aún no sé como no has fregado el suelo de tu casa con ese pelo, y bueno, no hablemos de esos ojos de sapo... podrías haber cocinado para mí un salteado o algo. ¿Y esa sonrisa? Vaya, si es una falsa. No entiendo como tu madre todavía no se ha dado cuenta, pero si se le ve que te quiere robar el novio hasta en esa mirada, y no es porque sepa que es su ex. Pero, por favor, no hablemos de tu querido novio, porque si no estuviera saliendo contigo diría que tiene el gusto en el ojete. Fue ahí cuando me llevé una mano a la cabeza y tuve que reírme aunque no quisiera, ni tuviera ni un poquitito de ganas. Esta chica tenía una mente bastante capacitada para soltarte un comentario irónico, insulto ingenioso o tema de conversación extraño y que automáticamente se convirtiera en el tema ideal para tomar el té. 
Antes de que pudiera soltar las llaves en el mostrador, el timbre sonó. Seguro que es Sammy. ¿Me habré dejado algo en la guantera? me pregunté antes de abrir la puerta y ver esos ojos grisáceos. 
—Amy no está en casa, deja un mensaje después de la señal —"saludé" a Jake que llevaba un ramo de flores entre las manos, y al instante, le cerré la puerta en las narices. Bueno, mejor dicho, lo intenté. Jake sabía cuál iba a ser mi reacción al verle, por lo que puso un pie para que no pudiera cerrar. Le empecé a dar golpes fuertes contra el pie, pero parecía que lo tenía de metal, pues ni siquiera puso una mueca de dolor, simplemente alzó las cejas. Una expresión la cuál la traduciría algo así como "no me voy a ir hasta que hablemos" o "soy demasiado sexy", cualquiera de las dos podría haber sido una buena forma de interpretar su rostro. En resumen, que ni siquiera el martillo chupado de Miley Cyrus podía sugerir con un pequeño golpe en el pie que se marchase, por lo que abrí la puerta en su plenitud y me crucé de brazos, prohibiéndole el paso—. Te has equivocado de casa. La de tu novia está justo al cruzar la calle, a menos de diez metros. 
—¿A qué novia te refieres? —se hizo el tonto, y odiaba que se comportara como si un extraterrestre hubiera invadido su cuerpo y no supiera nada de lo que había pasado las últimas veinticuatro horas. ¡Ni que viniera de otro planeta!— Amy, he venido aquí porque no quiero que nadie nos separe, porque te has convertido en alguien importante para mí, y creo que te lo he demostrado,— hasta aquí, íbamos bien— pero tampoco puedo dejar que unos simples celos rompan mi amistad con una chica con la que siempre he podido contar —momento en el que Jake arruina su "gran" discurso.
—¿Algo más que decir? 
—No, solo pido que me comprendas. 
—¿Comprender? ¡¿Qué es lo que he de comprender?! ¿He de comprender que Emily es una chica estupenda? O, ¿he de comprender que lo me dijo el otro día en el porche de su casa era una simple broma? —y me llevé las manos a la boca, porque sabía que si le contaba a Jake lo sucedido no me iba a creer, pensaría que sería otra obra dramática de las mías para que se alejara de ella. 
—¿Qué es lo que te dijo el otro día? —preguntó curioso, y al mismo tiempo, confuso. Entró en casa y cerró la puerta de una patada. 
De repente me vi acorralada, no sabía qué hacer, qué contestar; tenía miedo. Emily era audaz, y aquella vez cuando me amenazó, no le importó hacerlo, porque sabía perfectamente que en el caso de que yo acudiera a Jake como una niña pequeña débil e inofensiva, no me creería. Por esa misma razón nunca me atreví, pero esa mirada... esa mirada me incitaba a contarle lo ocurrido, me aportaba mucha confianza y creía estar segura que podía hacerlo, que me creería. Quizás, y solo quizás, si no me hubiera comportado como si estuviera celosa, si me hubiera mordido la lengua y si hubiera esperado un poco, todo hubiera salido bien. Pero no podía quedarme paralizada durante mucho tiempo imaginando el que pasaría si hubiera tomado las riendas de mis decisiones por otro camino. Pasara lo que pasara, no había vuelta atrás, tenía que vivir con las consecuencias que yo misma había asegurado, pero aún así, no me arrepentía. Aunque no iba a negar que hubiera preferido comportarme con más valentía, pese a no saber cómo. 
—Me amenazó —le dije sin reparar en su contestación. Ya está. Pero tal y cómo esperaba, se rió. Y empecé a notar como mis ojos se hundían entre lágrimas, e intenté espantarlas. 
—¿Y por qué no me lo has...? —le interrumpí lo que quería decir a continuación.
—¡¿Ves?! ¡Porque sabía que no me creerías! ¡Porque según tú estoy celosa! Y, ¿debería? Es verdad, es muy de amigos eso de hacer la misma escena de La Dama y el Vagabundo con los espaguetis, entre otras tantas, por supuesto.
—Si me escucharas quizá podríamos solucionarlo —dijo casi riéndose por lo que había dicho de la película disney—. Te voy a decir algo que te va a aclarar todas las dudas: te creo. 
—¿Me crees? —y puse una mueca a doble tiempo que fruncía el ceño. 
—Se supone que una relación se basa en la confianza mutua —lo dijo como si lo hubiera leído en alguna página de internet en la que te explican cómo sabes si estás con la persona adecuada pero, a decir verdad, Jake no parecía de ese tipo de personas. O quizás sí, algún día le preguntaría—. Lo que no esperaba es que tú no confiaras en mí. 
—No me has dado motivos, Jake —dije lo que pensaba; era cierto. Se dejaba llevar por una chica, no veía mal que ella le abrazara por la espalda o que le diera un beso rozando la comisura de sus labios, no lo veía mal o no se daba cuenta—. No sabes lo complicado qué es ver hacer con Emily cosas que normalmente las parejas hacen. No sé, quizás deberíamos dejarlo —ni siquiera sabía porque había dicho eso último, no quería hacerlo, y no quería rendirme, pero no sabía que otra opción pudiese haber.
—¿Dejarlo? ¿Te refieres a lo nuestro? —su rostro empalideció. 
—Sí —me mordí el labio con fuerza e intenté no llorar, al menos hasta que él respondiera. Esperaba que él fuese la solución a los errores que yo cometía, pero debía de comprender que no vivíamos en el típico cuento de hadas con príncipe azules, princesas con vestidos rosas, y animales parlantes. Debía comprender que no existían las hadas que hicieran que las calabazas se convirtieran en carrozas, ni besos que te salvasen de las manos de la muerte. Por eso me era tan difícil contenerme, porque estaba dispuesta a sostener la carga del mundo a mis hombros—.
—No voy a oponerme a ello, pues yo quiero lo que tú quieras. Solo espero que tomes la decisión acertada, ¿estás segura de ello? —Jake hablaba de decisiones como si yo alguna vez hubiera hecho lo correcto. No sabía diferenciar el bien del mal, y no tenía ni idea que era lo mejor. Pero, ¿qué motivo teníamos nosotros para estar juntos si no funcionaba? Sabía que esto me rompería en añicos, pero... así debía ser.
—Estoy... segura —indecisa, bajé la cabeza mientras perdía la guerra. 

Jake se acercó sin apenas hacer ruido y me plantó un beso en la frente, y fue su figura empeñada en lágrimas lo último que vi antes de pudiera decir "adiós". 

domingo, 15 de noviembre de 2015

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Undécimo capítulo: A Sunday to remember.

Esa mañana me había despertado con ganas de hacer algo productivo, sin embargo, un domingo ni a un empollón le apetecía ponerse a estudiar. Pero como la ingeniosa Amy que era, se me había ocurrido una brillante idea, y no, no tenía absolutamente nada que ver con mi nueva y "amable" vecina que día anterior me había desafiado. Pensé que no habría nada de malo en organizar una comida en los que estuviéramos mis padres, Jake y yo, pero una vez más, me equivocaba, y no especialmente por la actitud de mi padre. Este plan me pareció de lo más adecuado, pues quería que mis padres se diesen cuenta que estaba madurando, y que estaba más cuerda que un reloj con respecto a las decisiones que iba tomando en el día a día. Pese que mi padre no estuviese muy convencido cuando le planteé la idea, aceptó, y así mismo lo hizo Jake cuando lo llamé.

Mi día había comenzado mucho mejor de lo esperado, sobre todo cuando Jake y yo nos encargamos de preparar el almuerzo. 
—¿Qué tal si hacemos diferentes platos y así combinamos? —me planteó mientras se ponía el delantal y un gorro de chef que especialmente había traído de su casa para la ocasión.  
—¿Sabes lo difícil que es concentrarse si te vistes con esos trapos? —me reí, pero sobre todo de su encanto natural. Le coloqué bien el gorro para que los mechones de pelo que le caían por la frente no le molestaran.
—¿Es que no me tomas en serio? —se cruzó de brazos con aires superiores. 
—Por supuesto —dije irónica—, pero... —hice una pausa mientras cogía un huevo—me gustas más así —y se lo estampé en la cabeza. 
Instantáneamente el huevo se rompió, y toda la yema le empezó a caer por el gorro y la camisa. Inspiró profundamente, y se relamió los labios. No pensé que Jake fuera a mancharse las manos para hacer una locura que le costaba la aprobación de mis padres, sin embargo, cogió la harina y me la lanzó al pelo. Supuse que tendría todo el pelo repleto de harina, pues la vista incluso se me había empañado y hasta el mínimo pestañeo me molestaba, pero a decir verdad, no me importaba. No es que mis padres estuvieran muy atentos a lo que hacíamos, pues mientras nosotros "cocinábamos" ellos descasaban de su día libre en el jardín de atrás. Y así media hora que podía haber sido invertida en preparar la mezcla de las magdalenas se las tragó el tiempo sin compasión. Y esta fue sin duda la mejor parte del día, y no por los besos en el cuello, aunque no podía negar que me encantaban, sino porque nos imaginaba así, juntos en un futuro. Porque fantaseaba con que nuestros hijos todas las mañanas recién despertados viniesen corriendo a nuestros brazos, soñaba con ser la que se encargara de mantenerlos abrigados, que nos despidiéramos de ellos cuando fuesen al colegio y ellos se girasen para mirarnos una vez más, quería que fuésemos la pareja que se ocupase de dar el beso de buenas noches y le contáramos el último cuento del día.

Estaba colocando el último plato sobre la mesa cuando tocaron al timbre. Pese a la duda de saber quién era, esperé a que mi madre abriera en mi lugar. Se acercó con esa elegancia que ella desprendía, pero no se sorprendió más que yo al ver su cara (de nuevo) en los alrededores.

—Hola Sra. Lively —saludó Emily. Llevaba su usual pelo estropajoso, y las pintas como para ser considerada una pija en toda regla—. Aquí tiene el azúcar que nos dejó el otro día —decía mientras se lo entregaba. No entendía como la gente no se daba cuenta que cualquier cosa que saliera por esa boca era total actuación, ¡si se le notaba a la hora de poner esa voz de niña buena!
—Muy amable, Emily. Gracias por traérmelo de vuelta, me olvidé de hacer la compra esta semana y mis cafés ya lo estaban empezando a echar en falta —rió educada mi madre, y asimismo ella acompañó su carcajada con una más.
—Espero no interrumpir nada —dijo mientras echaba el ojo al interior de la casa. Nuestras miradas se cruzaron y puse una mueca.
—¡No! ¡No te preocupes! —mi madre era muy modesta, y al mismo tiempo, muy abierta con la gente. Desde que era pequeña ella me había inculcado los valores de no juzgar a las personas por su apariencia o por la primera impresión que su aspecto nos daba, pero mi instinto casi nunca fallaba, y ahora que estaba segura al ciento por cien de la doble personalidad de mi nueva vecina (mejor conocida como Hannah Montana), debía creer en mi sexto sentido. Si madre supiera como era realmente Emily, no tendría más remedio que escuchar mis palabras. Aunque era típico de cualquier madre creer llevar la razón, «tengo más experiencia de vida que tú» me recordaba, incluso cuando no venía a cuento.— ¿Quieres quedarte almorzar? Amy y Jake han preparado el almuerzo, y por el olor me atrevería a decir que es todo un manjar.

Casi me da un un vuelco al corazón al escuchar esa proposición por parte de mi madre. Me hizo falta aire para gritar en medio de la sala. Vale, quizás dramatizara un poco, pero no me figuraba la situación. Probablemente estaba de acuerdo con que mi madre tuviera de vez en cuando algún que otro gesto altruista, pero invitar a personas como Emily, era traspasar la raya. No quería imaginarme lo que una Amy rebelde podía hacer, pese a las conclusiones a las que había llegado, me tranquilicé. No faltaron más de cinco segundos para que Jake, que también estaba atento a la conversación entre ambas, me mirase. Sus ojos esperaban una reacción en cualquier gesto que yo hiciera que descubriese la pésima idea que era. Lamentablemente, mi cara era un poema, por lo que ocultar mis sentimientos se hacía bastante complicado y un reto casi imposible. Así que retener cualquier ceño fruncido o una mueca era como esperar que un golpetazo en el dedo meñique del pie no te doliera. Quizás si le contara a Jake lo sucedido el día anterior comprendería mis razones para no querer verla ni en pintura, pero la dificultad del problema se basaba en que pensaría, una vez más, que me atacaban los celos. ¡Pues debía saber que no era lo suficientemente atractivo como para ponerme celosa! Quitando el hecho de que NO lo estoy, ¿debería? Cualquier chica en mi lugar tendría complejo de tigresa en celo, debido a que el noventa y nueve por ciento de las veces ella pensaba más en como tocar con la lengua su úvula que en tener bien la manicura, y eso ya era difícil. El caso era que no solo tenía que soportarla durante aproximádamente una hora, sino que debía comportarme, y eso incluía el no matar con la mirada, una pena... porque si por mi fuera ya le hubiera clavado el tenedor en el ojo.

—Me parece una gran idea —sonrió entusiasmada pensando en noséqué intenciones—. Iré a avisar a mis padres, en seguida vuelvo.

La palabra "tortura" comenzó a tener sentido cuando tomó la pésima idea de sentarse frente a mí. Pero fue casi peor presenciar la escena en la que ella le ofrecía probar un poco de su plato a Jake. La vena celosa se apoderó de mi en milésimas de segundo, aún así tenía motivos.

—¿Quieres? —preguntó manteniendo el tenedor enrollado de espaguetis al vuelo—La verdad es que están deliciosos.
—Sí, los cociné yo misma —respondí antes de que Jake diera una respuesta positiva. Una sonrisa de picardía se asomó en mis labios. Lo que Emily no sabía era la sorpresa que llevaba una vez que diera un bocado—. ¿Está en su punto o tiene demasiada pimienta?
—Probablemente te hayas pasado con las especies.
—Bueno, no lo suficiente como para dejarlas en peligro de extinción —en ningún momento pensé que Emily —o como yo llamaría "sin cerebro"— pudiera entender el significado connotativo de lo que quería decir. Así que la dejé con el cejo fruncido, mientras los demás me miraban con expresión alguna.

Cuando creí que el mundo se desvanecería por momentos, escuché mi móvil sonar desde la cocina. Me excusé para ver quién oportunaba el momento y cuando fui a levantarme, le di a Emily una patada intencionada por debajo de la mesa.

—Uy, perdona —me disculpé con mi típico tono irónico.

Fue Sammy quién me alegraba el día una vez más.
—Hola —saludé desquiciada por la situación. Emily se estaba riendo a carcajadas al mismo tiempo que tonteaba con Jake.
—Me da la impresión de que estás a punto de matar a alguien.
Sammy era capaz de hacerme sonreír con cualquier comentario, y no por el mero hecho de que solía reírme por cualquier tontería, sino por la entonación que no venían a caso con lo que quería decir. Y la admiraba muchísimo, porque pese a las circunstancias familiares con las que tenía que lidiar y otros diversos temas, sus labios siempre disimulaban una sonrisa. En su rostro nunca había una expresión que te hiciera pensar que ella estaba pasando por un mal momento, sin embargo, conocerla desde hacía diecisiete años te facilitaba el conocimiento sobre sus sentimientos, y que con una simple mirada pudiera descifrar cualquier pensamiento. Me gustaba pensar que era la única que la veía desde otra perspectiva, desde una chica frágil y no como la "dura" chica que se enfrenta a cualquier miedo. No me gustaba imaginar que sería de mí si ella desapareciera de mi vida, era mi otra mitad. La quería tal y cómo era, y eso incluía muchos factores de su personalidad que me desquiciaban, pero era la única y mejor amiga que tendría, y que sabía a ciencia cierta.
—Qué bien me conoces —procuré no sacar el tema de conversación delante de mi familia y la "arpía", así que me limité simplemente a responder con palabras que no se relacionaran con el campo semántico "comida familiar", pues era difícil escapar de ocho oídos que simulaban no estar atentos a mis palabras. Aunque juraría que Emily, quitando el hecho de que tenía el sentido de la estupidez humana, sabía hacer incluso tres cosas a la vez; se podía decir que casi era un reto para ella.
—¿Emily? —nada más escuchar su nombre me produjo escalofríos.
—Has dado en el clavo.
—Sí, a mi tampoco me cae demasiado bien. ¿Qué tal si paso a salvarte? —sugerió mi amiga. Si no estuviera de espaldas a la mesa, mi familia no hubiera tardado ni una milésima de segundo en preguntar porqué sonreí tan contenta. Pero es que mi mejor amiga era mi esperanza de rescate a cualquier evento o particularidad a la que mi vida estuviera sometida.
—No me lo preguntes dos veces.
—¿Y Jake? —preguntó intrigada. Y yo puse una mueca al girar mi rostro y observarlo tan inserto en la conversación, como si lo que dijera la niña mimada fuera lo más interesante.
—Por lo que se ve, tiene otras cosas mejores que hacer —respondí indignada con la tesitura.
—Estaré en diez minutos.

Antes de que mis padres me sermonearan por el "mal" comportamiento que había tenido durante la comida al tomar la llamada, me fui arreglar sin el consentimiento de nadie, nada más que el de mí misma.

—¿Tienes planes? —preguntó mi padre con cierto retintín mientras subía las escaleras.
—Pues sí, he quedado con Sammy. Mejor si dejamos la comida para otra ocasión.

No es que estuviera actuando como una chica que había madurado, y más o menos eso era lo que pretendía, pero los ciertos factores con los que tenía que tratar, y con "factores" me refiero a la arpía, no me lo ponían ni un poquito fácil. Quizás estaba huyendo de mis problemas, de los obstáculos que el destino había colocado en mi camino, pero no era la ocasión para rebelarme, pese a que ese fuera mi carácter. Antes de que pudieran reprocharme o prohibirme la salida de casa, me encerré en mi cuarto para preparar una pequeña bandolera dónde guardar las cosas, y cuando ya era la hora prevista me despedí y salí de casa con certeza. Antes de que pudiera localizar a Sammy, que me había convencido de ir en su coche —a pesar de que me hubiera gustado ir en el mío—, Jake salió tras de mí y me agarró de la mano, impidiendo mi ida.

—¿Adónde vas? —preguntó Jake preocupado.
—No te importa —contesté belicosa. Me deshice de su mano y me crucé de brazos, dándole la espalda y esperando a que el Jeep de Sammy apareciera ante mis ojos.
—Es Emily de nuevo, ¿no? —él sabía perfectamente de que se trataba, así que se podría decir que era una pregunta retórica en la que buscaba una respuesta obvia.
—No sabía que también tenías capacidad de percepción.

Rió sarcástico y se fue acercando a mí por la espalda, hasta alcanzar abrazarme. Sus largos brazos me rodearon la cintura hasta que sus manos quedaron entrelazadas en mi vientre. Asimismo, reposó su barbilla en mi hombro y me dio un beso en la mejilla. Jake sabía con bastante seguridad la rapidez en las que mis enfados se desvanecían, me conocía lo suficiente como para saber que era sumisa a sus besos, pero no entendía que los problemas no se solucionaban a base de condescendencia, regalándome caricias.

—¿Sabes? Me encanta verte enfadada —se sinceró Jake—. Primero, frunces los labios —empieza diciendo mientras a cada espacio entre frase y frase me deleitaba un beso en el cuello— más tarde te muerdes el labio y cuando estás a punto de estallar, se te sonrojan las mejillas. Y no es porque tenga una gran capacidad de percepción, como has dicho antes, sino, porque me encanta mirarte. Cuando sonríes y se marcan tus hoyuelos, cuando te desquicio y pones los ojos en blanco, y cada vez que te beso, que te estremeces.
—¿Y ahora mismo según mi expresión cómo dirías que me siento?
—Creo que estás al mínimo de matarme, pero no sé si a besos o la verdadera forma de una asesina en serie.
—Mejor que no te la juegues —le aconsejé.

El Jeep de mi mejor amiga aparcó justo delante de nosotros y me marché haciendo caso omiso a cualquier cosa que me dijera o hiciera. Mi intención por el momento era dejar que reflexionara sobre cómo me sentía, aunque tuviera que surgir el tema en otra ocasión. No podría estar mucho tiempo más permitiendo que esa entrometida permaneciera en nuestras vidas, por lo que esperaba que mi almohada me ayudase a programar mis siguientes movimientos, o como preferiría llamarlo "plan de venganza". Ciertamente Sammy era la mejor en ello también, así que esperaba que su superdotado cerebrito pudiera ayudarme en algo. Antes de que pudiera tomar una decisión precipitada me limité a organizar mis pensamientos sobre cómo me sentía en aquel instante en cuánto a lo que acababa de pasar, y a dejar que el tiempo fluyera. Todo saldría bien, estaba convencida. 

martes, 20 de octubre de 2015

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Décimo capítulo: The girl next door.

En aquel instante no sabía decir que estaba más desordenado, si mi cama con todos los apuntes del instituto o mi cabeza que no paraba de darle vueltas a lo que acababa de pasar. La idea es que acababa de ver a Jake tonteando con otra chica, bueno quizás fuera al revés, pero el caso era que mi novio estaba con otra; y que resultaba que esa otra era mi nueva vecina. Eso es, hace unos días, no más de una semana, vi desde mi ventana el camión de la mudanza literalmente en la puerta de mi casa. Fue inevitable que me diera un vuelco al corazón, pues lo primero que se me pasó por la cabeza es que aquel vía de transporte sería mi perdición: me mudaba. Era posible, pues se podía producir cualquier altibajo en alguno de los trabajos de mis padres, y que nos mandase a la otra parte del mundo, y por la cuál miles de veces me había planteado que haría si esto sucediera. Me veía incapaz de decir adiós a mi ciudad de origen, a mi casa dónde había vivido los momentos más entrañables de mi infancia y dónde estaba experimentando nuevas experiencias en mi adolescencia, no quería despedirme de Sammy, mi única compañera de aventuras y locuras, y mucho menos perderlo a él, perder a Jake. Pero entonces supe que tendría que soportar a esa niña mimada, la misma que había tenido escena con Jacob, y que se mudaba a la casa de al lado. Cabía mencionar que encima se creía la propietaria de toda la comunidad, pues nada más llegar ya había dejado encerrado a mi coche dentro del garaje con el tema de recoger todas las cajas del camión. No sabría decir que prefería: si aguantar a la acomodada de ojos saltones o mi propia mudanza.
No es que fuera celosa, pero no me entusiasmaba la idea de que intentara conquistar al chico del que había estado enamorada desde que tenía uso de razón, pero lo que hacía que me sintiera realmente mal es que significa que yo no confiaba en Jake, y no era parte del plan perderlo de la forma más estúpida que conocía y que para colmo, ella tuviera que ser la chispa que encendiera la fogata.
Si mi profesor de literatura me pidiese que relatase la historia de mi vida la titularía: la trágica historia de Amy llevándole pastel a la vecina de al lado. Y así fue, mi cordial madre (no especialmente con su hija), me contagió su amabilidad a cambio de que me preparase mi comida preferida dos veces por semana, sin embargo, una vez que tuve cumplir el pacto me pareció la idea más horripilante que a mi querida madre se lo hubiese pasado por la cabeza, podría decir que incluso la peor que la de prepararme lentejas en pleno verano. Por esa misma razón estaba exhausta y por la misma causa hacía tan solo unos minutos me encontraba subiendo los escalones de mi casa con tanto desdén, mientras los "tortolitos" hablaban sobre los privilegios de ser ricos y que te acepten en una buena universidad.
La mejor forma de evadirme de mis pensamientos no fue ponerme a repasar Historia, ni mucho menos. Que fuera mi asignatura preferida era la excusa perfecta para estudiar el pasado y no reflexionar sobre el presente, pero aún así la vida de María Antonieta no era lo suficientemente dramática como para desconectar de la realidad.
Tampoco había tenido la oportunidad de hablar con Jake sobre el tema, porque para ser específica, hoy era el primer día que habían tenido roce, y por lo tanto la pregunta que mi cabeza no paraba de formular era, "¿quién es ella?" No es que tuvieran un parecido descomunal como para predecir que eran familia, pues eran físicos totalmente distintos, pero con tanto flirteo me parecía a mí de que buscaba su conquista o que "su prima" siempre había deseado un hijo entre familiares. Y bueno, la segunda idea no es que fuera muy ordinaria, pero con esas facciones cualquiera diría que era una loca descomunal.
Al fin y al cabo, me daba la sensación de que Jake tenía el pretexto perfecto como para acabar con mi paciencia, lo típico "solo tengo ojos para ti" o "es solo una amiga", ¿a cuál peor? No me iba a convencer de ninguna forma, y tampoco iba a quedarme más tranquila así, pero temía que un simple hecho lo alejara de mí; y no es que echa una furia se me ocurrieran las ideas más sutiles, pero entonces él apareció tras la puerta y en sus ojos pude ver ese brillo en su mirada que solo presenciaba cuando estábamos juntos, y entonces las evasivas que tenía en mente que diría, se desvanecieron, quise creer que así era, porque eran lo que sus ojos querían decir sin dar uso a las palabras.
Hola dijo con una sonrisa ladeada.
Hola contesté cortante, esperando a que se diera cuenta del enfado.
Sé que es un día de entre semana y que estás ocupada estudiando pero... pensé... dijo tímido mientras se despeinaba de una forma muy atractiva el pelo que quizás podríamos pasar el tiempo juntos haciendo algo productivo.
Tengo una idea mejor sugerí irónica ¿Por qué no vas a estudiar con la "cara sapo" que vive a no más de cinco metros de aquí?
¿Te refieres a Emily? preguntó incrédulo.
Sí afirmé casi tan rápido como latía mi corazón.
Vaya, no te esperaba de las chicas que se ponían celosas con tanta facilidad se reía de mi enfado. ¿Cómo se atrevía?
¡No estoy celosa! exclamé.
Bueno, vale, vale... se rindió ante mi mirada furtiva¿Entonces me marcho?
No... le respondí bajando el tono de voz y con arrepentimiento de lo sucedido Por favor.
Como no, sonrió triunfante mientras se sentaba en el borde mi cama y me cogía suavemente de la barbilla para que le mirase.
¿De verdad piensas que sería capaz de salir con otra persona que no fueras tú? Creo que fui bastante convincente cuando te dije que realmente me gustabas me recordó clavando su mirada en mis labios.
Bueno, es lo que tiene salir con el chico más guapo (y popular) del instituto. Nunca pensé en las consecuencias.
Lamento decir esto pero, creo que se van a tener que acostumbrar a lo nuestro, porque da para largo y a continuación me besó.
«¡¡Aaaaaah!!» gritaba mi fuero interno. «¿Cómo era capaz de provocar ese efecto en mí?» Lo odiaba. Lo odiaba por dejar que causase en mi esa sensación de mariposas en el estómago, lo odiaba por ser capaz de deshacer con tanta facilidad mis enfados, pero por encima de todo, lo odiaba por hacerme sentir en las nubes cada vez que me besaba.


Al día siguiente, sábado por la mañana, decidí que era el momento perfecto para cumplir con la promesa que le hice a Jake. Una de ellas era que no me iba a poner celosa de ninguna chica más, pero entonces la cosa se complicó cuando me soltó así sin más de que la vecina de al lado era su ex-novia. Mi cara empalideció al escuchar tal barbaridad. ¡Ahora sí que tenía sentido las risitas tontas por parte de ella! Y bueno, a partir de entonces tenía que convivir con el peor de los casos en una relación. Pero pese a todo, le prometí que le intentaría dar una oportunidad, que intentaría mantener una amistad, concepto que no le iba a entusiasmar demasiado a Sammy, pero lo haría por el bien común.
Ni siquiera me dio tiempo a cambiarme de ropa, salí de mi casa con el pijama de Harry Potter que compré cuando fui a Disney World y me presenté en casa de la chica de pelo rizado y ojos azules. No quise tocar al timbre por si estaban durmiendo, así que me decidí por los tres toques tradicionales para no molestar, y lamentablemente fue la primera cara que tuve que ver en mi precioso día, bueno "precioso" que desde aquel entonces se volvía contradictorio.
Buenos días Emily, ¿has terminado de instalarte? le pregunté por amabilidad. La verdad es que me traía sin cuidado lo que hacía o dejaba de hacer, eso sí, mientras mantuviera sus perfectas y limadas garras alejadas de Jake Porque pensé que si en algún caso te hacía falta ayuda de más quería que supieras que puedes contar conmigo.
Maldita sea lo que tenía que hacer.
Hola sonrió con falsedad. No del todo, mis padres y yo queremos hacerlo con más tranquilidad porque tenemos una lista repleta de tareas pendientes. Aún tengo echar la matrícula en el instituto.
Ah, ¿te has cambiado también de instituto? asintió y aproveché la oportunidad para preguntarle ¿Y a cuál?
Es el mismo al que va Jake, y supongo que tú también irás a ese.

No podía ser... el fin de mis días se encontraba a la vuelta de la esquina. En ese preciso instante no sabía si echarme a reír o a llorar, y por muy difícil que fuese ocultar mi cara de espanto, sonreí amable. Por culpa de los errores del pasado de Jacob, ahora era yo quién tenía que pagar el pato aguantándola el resto del semestre, ¡y del año! Si no fuera por la promesa con la que tenía que lidiar no estaría desperdiciando mi tiempo con alguien que ni me iba, ni venía, pero con el paso de las estaciones aprendí que algunas veces teníamos que hacer sacrificios por las personas a las que queremos. Y por muchas ganas que tenía de comportarme como la verdadera Amy, la de los comentarios bordes y la chica que le dejaron de importar ciertas cosas, no quería decepcionar a Jake. Pero la gota que colmó el vaso fue el comentario que osó decir delante de mis narices:

Espero que estés preparada.
¿Preparada para qué?
Para pasar una mala etapa levantó su ceja derecha con desafío Te aseguro que el tiempo que estés aquí, que no será mucho, lo lamentarás tanto que querrás no haber existido jamás. Te haré la vida imposible, y no me rendiré hasta hundirte.
¿No me digas? reí sarcásticamente ¿Crees que voy a hacer caso de tus "memerías"? Cuando digas algo convincente, hablamos. Y mientras tanto asegúrate de mantener tu higiene bocal limpia, así vas a espantar a cualquier chico, no digamos a Jacob y con su nombre en mis labios me despedí de "la chica tan simpática" que este decía que era. Ahora lo único que me faltaba meditar era si se lo contaba a Jake o luchaba con mi propia valentía.

domingo, 5 de octubre de 2014

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Noveno capítulo: My Birthday! {Part 2}

En un abrir y cerrar de ojos todo el instituto se encontraba en mi casa. Yo me recorría las habitaciones de un lado a otro con el fin de encontrar a Jake. Los típicos populares se encontraban en el centro de la pista con chicas que ni siquiera conocían pero con el fin de conseguir una noche fuera de lo normal. Entre ellos pude ver con claridad a Kyle, así que me acerqué a él para preguntar por su mejor amigo.
-Guau, Amy, estás... preciosa -dijo dejando escapar un silbido de admiración.
-Gracias Kyle. ¿Sabes por casualidad dónde está Jake? -le pregunté alterada.
-¿Y esas prisas? -me dijo acortando las distancias-Si ya sabes dónde estoy yo, ¿para qué vas en su busca? -puse cara de asco y me giré bruscamente, pero me cogió del brazo. Me di media vuelta y cuando menos me lo esperaba, sus labios empezaron a rozar los míos. Le di un empujón y salí corriendo. Vi a Jake desde el otro lado y noté la furia en sus ojos, había presenciado aquella escena. Empezó a dar empujones a la gente con el fin de conseguir llegar a dónde se encontraba Kyle.
-Tío, ¿qué haces besando a mi novia? -preguntó enfadado.
-Intento satisfacerla, ya que tú no lo haces -le dijo echándoselo en cara. Jake que se molestó por el comentario de éste le pegó tal puñetazo en la nariz, que empezó a sangrar de forma desorbitada.
-¿Qué haces idiota? -preguntó llevándose la mano a la nariz
-Hacer lo que debería haber hecho hace bastante tiempo -le contestó satisfecho.
-Jake....-susurré.
Me cogió de la mano y me sacó de la pista de baile, guiándome hasta el jardín. Nos sentamos en el césped, al lado de la piscina, en la cual nadie había tenido las agallas de bañarse en ese día de noviembre.
-Sé que hoy he estado un poco despistado y alejado, creo que lo has podido notar a lo largo del día, pero tengo una explicación.
-Ssh, no importa Jake -le interrumpí.
-No, déjame terminar. Mi abuela ha fallecido, y mis padres han decidido que debo ir a la universidad 'Stanfort'.
-¿Qué? -le dije perpleja.
-Hoy es un gran día para ti y lo he estropeado, lo siento -no sabía que decir respecto a lo que le ocurría, así que inconscientemente le besé.
No pensaba que las cosas se pudieran solucionar con un simple beso, ni siquiera creía que podría recuperarse de tal forma, pero no sabía que otra cosa podía hacer por Jake, quería que fuera feliz.
-Creo que esto es lo mejor que me ha pasado en el día.-me dijo sonriéndome en mitad del beso.
-¿Quieres que termine con la fiesta y te quedas a dormir en casa? Podríamos ver una película o cualquier otra cosa.
-Solo quiero lo que tú quieras.
Tal y como Sammy prometió, en cuánto terminó la fiesta, no mucho más tarde de lo previsto, recogimos todo (Jake también colaboró). Habían roto varias cosas, pero había maneras de solucionarlo. Mis padres sabían lo de la fiesta así que ya habían pensado en las consecuencias que tendría que su hija fuera feliz por una noche. Después de darme una larga ducha, y de ponerme una de las sudaderas que guardaba de Jake, bajé en su busca. Él estaba viendo un partido de fútbol tranquilamente, así que me acurruqué a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro. Apartó la mirada de la televisión y me besó en la frente. Me estremecí al sentir sus labios en mi sien, tan suaves y cálidos. Siempre me habían gustado esa clase de besos, pero los de Jake me enamoraban. Me quedé dormida entre sus brazos, y cuando desperté en busca de agua, yo ya estaba en mi habitación. Bajé tambaleando por las escaleras, que en aquel instante parecían interminables y lo encontré en el sofá tirado durmiendo. No pretendía despertarle así que fui con sigilo hasta la cocina abierta que daba al salón. Abrí la nevera lo más mínimo que pude, evitando que iluminara mucho el salón donde se encontraba Jake. Cogí un vaso y vertí el agua fresca en él sirviéndome así. Cuando menos me lo esperaba, noté que alguien me besa la nunca, así que me giré bruscamente en busca de su pelo despeinado y sus labios suaves. Nos besamos apasionadamente, haciendo así que ambos quedemos sin respiración, hasta que me agarró de la cintura y me subió a la encimera. No sé si Jake lo deseaba tanto como yo, pero yo necesitaba sentir su piel cálida rozando la mía. De repente escuché cómo alguien introducía la llave de la entrada en la cerradura, así que me separé lo más rápido posible de Jake y me bajé de la mesa. Me llevé el vaso a los labios intentando fingir que estaba bebiendo agua. Aparecieron mis padres tras la puerta, perplejos al verme despierta.
-¿No sé supone que la fiesta ya ha terminado hace bastante? -preguntó mi madre un poco preocupada.
-Sí, estaba durmiendo pero he bajado a por un vaso de agua -le dije haciendo un gesto con el vaso sobre la mano.
-¿Vosotros no ibais a dormir fuera?
-Hemos venido para ver si todo iba bien y a recoger unas cosillas -me dijo sonriendo con sarcasmo.
-Vale, yo me voy a la cama otra vez. Estoy que me caigo -les comenté.
Me incliné y le susurré a Jake: “Si no te sientes muy cómodo en el sofá puedes venir a dormir conmigo en cuánto mis padre se vayan” y tras eso le di un beso rápido en los labios y me marché a mi habitación con una sonrisa pícara. Me acosté en la cama y me dormí al poco, pero la voz de mi padre me despertó. Estaba hablando con Jake. Salí de la cama, dejando atrás mi habitación y me asomé al pasillo junto a las escaleras para poder escuchar mejor la conversación.
-Sí, señor Hamilton. No se preocupe por ella, está en buenas manos -le dijo Jake con respeto.
-Todo padre quiere lo mejor para su hija, y no voy a permitir que nadie le toque un pelo, ¿lo entiendes?
-David, es suficiente -le dijo mi madre.
-Caroline, deja que haga mi trabajo.
-Jake, lo que queremos decirte es que si quieres pertenecer a nuestra familia tienes que ganarte nuestro respeto, y es que no puedo negar que eres un chico encantador -dijo mi madre en un tono suave y dulce mientras Jake asentía.
-Lo siento si le he causado algunas molestias.
-No, ninguna -noté como mi padre fulminaba con la mirada a mi madre.
-De hecho sí que nos ha causado molestias.
-¡David! -exclamó mi madre -Basta -dijo irritada.
-Lo mejor será que me marche. – Y de repente aparecí yo en escena.
-¿Qué ocurre? –pregunté de forma ingenua.
-No creo que sea buena idea pasar aquí la noche -me dijo Jake.
-Yo creo que sí lo es –contesté- ¿qué incovenientes hay? -pregunté arqueando las cejas.
Hubo un profundo silencio, así que cogí a Jake de la mano y tiré de él para que me siguiese hacia arriba. Mi padre se quedó atónito, indeciso, sin saber qué hacer. Hasta que al cabo de un rato escuché como la puerta de entrada se cerraba con un gran estruendo.Me senté en la cama, hincando los codos en mis piernas, y apoyando mi cabeza entre mis manos.
-Lamento el comportamiento de mi padre no quiere que ningún chico me "rompa el corazón".-le dije avergonzada. Jake se sentó junto a mí, y me acarició la mejilla, así que le miré.
-No podría imaginarme una vida sin ti.-me susurró al oído. Giré la cara y le besé, y en milésimas de segundo me encontraba tumbada en la cama, Jake sujetándome las manos, y yo sin poder moverme.
-He ganado -dijo con aire de superioridad- otra vez.
-Vale, vale. Ahora suéltame -le rogué.
-Ya son las 12 de la noche y aún no te he dado tu regalo.
-¿Regalo? -le pregunté entusiasmada.
-Claro... Jacob comprando tan solo una rosa no es Jacob -proseguí- ¿Y qué es? -me emocionaba pensar que había preparado algo para mí.


Y en vez de contestar con palabras, sacó una caja de su bolsillo. No era demasiado grande, pero lo suficientemente pequeña como para pensar que podría ser una joya, y viniendo de Jake todo era posible, incluso los regalos más caros. Lo abrí preocupada porque temía que se hubiera gastado demasiado dinero en mí, no quería que se entregara tanto,... pero entonces me encontré con unas llaves de coche. Me quedé perpleja, con la boca abierta, y por eso las cogí para hacerme creer que eran reales.

-Es una broma -afirmé mientras las tintineaba. Y él sonría por verme tan sorprendida- Dime que son las llaves de tu coche y que simplemente me vas a dejar dar un paseo, por favor.
-Lamento decepcionarte, pero... son las llaves de tú coche -y señaló oralmente tú para que reaccionara.
-No no puedo aceptarlo -cogí la caja y volví a meter las llaves dentro-. Teniendo en cuenta como eres seguro que has elegido el coche más moderno del concesionario.
-O quizás no, pero nunca lo sabrás si no sales a verlo -sugerió con su sonrisa pillina.
-Bueno, vamos a verlo, pero no te prometo que me lo quede -admití, y él tiró de mí, ansioso por ver su gran sorpresa. Y eso de gran era literalmente en ambos sentidos, porque me quedé sin aliento al ver ese Audi TT rojo. Y me fui inevitable echarle una mirada fulminante a Jacob.
-¡¿Estás loco?! -no sabía si estaba enfadada o emocionada, pero de todas maneras, eso no cambiaba el título de Jake. Y entonces se me saltaron las lágrimas y no me gustaba llorar delante de los demás, me hacía débil- ¿Sabes lo caro que es esto? -pregunté con pucheros.
-Sí, pero también sé que es cuánto deseabas -explicó. Y yo negué con la cabeza.
-Cuánto deseaba era estar contigo, eso y nada más -y le abracé. Notaba como sus pulsaciones aumentaban cuánto más me acercaba, pero me lo guardé para mí misma y dejé que sus cálidos brazos me arrastraran hacia un mundo dónde solo existíamos él y yo.
-Júrame que lo vas a aceptar -me hizo prometer.
-No puedo, Jacob... ¿No ves que es demasiado?
-Siempre diré que nada de lo que te regale será suficiente, porque eres demasiado para el mundo, eres la envidia de cualquier diamante, y mucho será poco -que me dijera aquellas cosas, no ayudaban a decidirme-. Por favor, hazlo por mí.
-Puff, no me hagas prometerlo, se me hace muy difícil negarme -me sinceré.
-Pues acéptalo -dijo sonriente-. Si te quedas más tranquila, digamos que... es un préstamo que nunca me tendrás que devolver.
-Bueno... vale -puse los típicos morritos de indignación-. Pero te lo pagaré cuando sea la arqueóloga más conocida del mundo.
-Me parece un buen trato -rió y me besó.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

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Octavo capítulo: My birthday!

Abrí los ojos en cuánto el despertador empezó a sonar, sin una pizca de piedad, a las 7 y media de la mañana, y aunque tenía la cara tiesa como cualquier otra persona a esas horas, me levanté y sonreí. Lo que no recordaba era el porqué de mi felicidad. Entonces me vino una imagen a la mente, y durante un momento creí que era un sueño. Últimamente las cosas iban demasiado bien, y no quería que nadie las estropeara, como si hubiera algo por lo que mereciera la pena seguir luchando, y realmente lo había.
Aquel día era mi cumpleaños, pero hacía años atrás que no me mostraba tan contenta al llegar este día... quizás era porque Jake iba a estar en mis dieciocho, esa gran fiesta que todos esperamos para poder ser independientes - legalmente-. [Pero a decir verdad, la edad no era una excusa.]
Lo que me hizo más feliz al despertarme era encontrarme un mensaje suyo.
Esta mañana, dos de la tarde después de lo que pasó hace una semana, me he despertado pensando que todo había sido un sueño; pero no. Tú y yo estamos saliendo oficialmente y sólo tengo ganas de cortarte una risa al besarte y sólo tengo ganas de estar contigo. ¡Buenos días, pequitas! Aunque esa noche de Halloween no llevases un vestido rosa, me encantas, y sí es verdad que siempre pienso en ti.
¿Qué más podría pedir? Me daba igual lo que pensaran de mí cuando me vieran con Jake, me daba igual si éramos lo demasiado jóvenes para prometernos estar juntos para siempre, ellos no sabían de que hablaban pero, sin embargo, no dejaban de hacerlo.
De repente tocaron a la puerta y mis pensamientos sobre Jake se desvanecieron.
-¡Feliz cumpleaños!.- gritó mi madre con entusiasmo. Entre sus manos sujetaba una bandeja con tortitas adornadas con una carita feliz, que solo al verla hizo que me emocionara aún más.
Le contesté con una leve sonrisa. Se acercó, dejó la bandeja encima de mis extremidades y se sentó junto a mí, dándome así un beso.- ¿Dónde está papá?.-le pregunté aturdida. Cada año aparecían ambos en mi cuarto cantando el cumpleaños feliz, así que me extrañó no ver a papá.
-Ha tenido que ir al trabajo antes de la hora dicha por un problemilla con uno de sus empleados. No te preocupes, cielo. Bueno te dejo que te despiertes y desayunes. No tardes mucho, no vayas a llegar tarde.
-Gracias mamá.-Tiró un beso el cuál se quedó en el aire.

Salí de casa, después de ella. Cerré la puerta de entrada con llave y Sammy se acercaba en su Jeep hasta pararlo frente a casa. Se acercó corriendo hacia a mí y me abrazó por la espalda, apoyando así su cabeza en mí.
- ¡Feliz cumpleaños, lerda! Ven, acompáñame. Sé que debería esperar hasta esta noche, pero es que no podía aguantar ni un segundo más.-Cogió el regalo del maletero y me lo tendió con las dos manos, dando a mostrar sus dientes tan alineados. La miré poniendo morros y deshice el lazo rojo.
Casi llegamos tarde a clase por la insistencia de mi mejor amiga para que abriera el regalo justo en ese instante, pero no tenía otro remedio... Sammy solía conseguir lo que quería.
-Que será....-dije inspeccionando el regalo.
-Si no lo abres ahora nunca lo sabrás.
Empecé a desenvolver el regalo en forma de caja. De hecho, era un cofre. Lo abrí y me encontré con dos vales.
-Sammy, ¿qué es?.-le pregunté.
-¡Son dos vales para ir al parque de atracciones Lake! No es para hoy, porque nos espera una gran fiesta.-dijo guiñando el ojo y prosiguió.-por eso lo he reservado para que vayamos cuando queramos. Tiene su fecha de caducidad, así que, más vale que nos acerquemos antes de que termine el mes. Y no, me niego a que Jake se apunte al plan.
-Has mostrado cierto interés en lo que me gusta, tus intenciones por lo que veo son buenas.-La abracé a continuación durante unos segundos. Sammy puso el coche en marcha y nos fuimos directa hacia el infierno instituto.

Pude ver a Jake en los aparcamientos, esperándome. Llevaba una rosa en sus manos y una sonrisa de oreja a oreja. Esa sonrisa torcida y que enamoraba a cualquier chica.
- Hey.-me dijo con esa voz ronca y a la vez sexy. A continuación me besó.- Feliz cumpleaños.-me entregó lo que tenía entre las manos y yo se lo agradecí con una simple mirada.
Le empujé, su brazo me rodeó  y yo apoyé mi cabeza en su hombro mientras caminábamos por los largos pasillos del instituto. La gente nos miraba raro, como si fuera algo malo. Miré a Jake para ver cual era su reacción a todas estas miradas que nos perseguían, pero no se comporta de manera diferente, actuaba normal, con la mirada fija al frente y la cabeza alta.
Después de haber pasado por nuestras taquillas y haber cogido los libros que nos hacían falta para las tres horas seguidas que nos esperaban, nos despedimos y quedamos para almorzar.
Tres horas que se me hicieron eternas pensando en lo que me quedaba de día, agradeciendo las felicitaciones de las personas que se acercaban a mí y que ni siquiera conocía y pensando en Jake. El timbre sonó, y yo ya había guardado todos los libros para salir en su busca, pero él ya estaba esperándome junto a la puerta de mi clase. Admiré su figura de espaldas, apoyado hombro con pared. Agarré sus manos y se giró. Su blanca, media y amplia sonrisa... caí rendida ante su mirada, como cada vez que me miraba así. Sus ojos grisáceos te enamoraban y, ¿qué es un chico sin una mirada bonita? Sin embargo, Jake no era solo eso, era su forma de comportarse con la gente, siempre preocupándose por los demás. Podría ser lo que más me gustaba de él. Me besó. Me sostenía entre sus brazos ante la mirada de cientos de personas atentas. Yo las miraba de reojo, sintiéndome al mismo tiempo avergonzada y afortunada. No solía ser el centro de atención, y si en alguna vez en mi larga etapa de adolescente lo fui, aseguro que fue al tropezar o caer en mitad de una multitud.

Sammy nos vio llegar cogidos de la mano desde el otro lado del comedor, pero siguió concentrada en la manzana que estaba almorzando.
Me quedé en medio de ambos contemplando el decorado de halloween que aún seguía en las paredes y techos. Kyle y los demás de la pandilla rompieron el hielo llamando al capitán del equipo para que se sentara a comer con ellos. Jake tenía la mirada perdida y se le veía un poco preocupado.
-Jake, ve con Kyle, no me importa.-le dije un poco molesta por la actitud que prestaban los de su grupo. Me miró de forma suplicante y a la vez de disculpa. Se acercó a ellos, y se saludaron chocando sus hombros unos con otros, pero él seguía en sus pensamientos.
Me empecé a preocupar, no era propio de él. Era cierto que no lo conocía lo suficientemente bien porque llevábamos básicamente una semana, pero durante esos siete días no había pasado cosa parecida. Dejé de lado ese tema, no quería preocuparme en el día de mi cumpleaños, quería que fuera especial. Me concentré en la fiesta y en planearlo a la perfección con Sammy, quién prometió ayudarme en la decoración y en la limpieza de la casa cuando la fiesta terminara.

Después del instituto, invité a Sammy a casa para que me acompañara en el almuerzo. Era difícil preparar todo antes de la fiesta si no empezábamos a tempranas horas. Teníamos que organizar prácticamente todo, y además prepararnos. Mi madre sirvió los platos sobre la mesa. La comida que había preparado se basaba en pechuga con nata por encima, bacon, champiñones y unas patatas fritas como acompañante. En ocasiones especiales siempre hacía esa comida, era como una tradición.

Después de comer con tal rapidez, Sammy yo inflamos globos y los colocamos por todo el suelo. Escogimos las mejores canciones para ponerlas en los altavoces. Colocamos vasos de plástico con sus bebidas y comida por todos los alrededores. Cuando terminamos de repartir cada cosa por los diferentes sitios de la casa con lo justo y necesario, subimos escaleras arriba hacia mi habitación. Cogí el vestido negro envuelto en la tela transparante para que no se arrugara. Justo en ese instante mi madre apareció en la puerta. Entre sus manos podríamos contemplar un vestido negro, del mismo color que el que yo tenía entre mis manos.
-Un pequeño regalo por el día de tu cumpleaños, ¿qué te parece?.-dijo mi madre enseñándolo. Era un vestido de palabra de honor, con unos encajes en la parte de arriba y de ahí colgaba una tela negra que llegaba hasta el suelo. Los ojos se me quedaron como platos al ver tal vestido elegante y a la vez, sexy. Fui corriendo hasta la puerta y la abracé con los ojos llorosos.-¿Te gusta?.-Asentí con la cabeza y entré en el cuarto de baño que pegaba a mi habitación para probármelo. En cuánto me lo puse, salí y mi madre se tapó la cara con las manos.
-Estás preciosa, mi niña.-Sammy asintió con respecto al comentario de mi madre. Di una vuelta y la capa se elevó en el aire. Como me gustaban los vestidos, me sentía como una princesita.
Llegó la hora y tanto Sammy como yo estábamos preparadas para la fiesta que nos esperaba. Empezó a sonar el timbre, la gente llegaba. Al principio creíamos que iba a ser un total desastre porque no había a penas multitud, pero un par de horas después la gente llegaba y enviaban mensajes de textos a sus amigos para que se unieran. 

sábado, 15 de febrero de 2014

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Séptimo capítulo: Halloween's party.

Observé mi reflejo en el espejo. Iba con un vestido negro, un poco atrevido para lo que yo solía llevar, que se limitaba a sudaderas y vans. Éste tenía un corte en el lado izquierdo, mostrando mi pierna. Llevaba unas botas negras con montones de cordones entrelazados que me llegaban hasta debajado de la rodilla. Una ráfaga de viento entró por la ventana provocado que mi capa negra translúcida llena de arañas brillantes ondeara. Parecía realmente una bruja, solo me faltaba mi escoba, una varita mágica y quizás un gato negro para complementar.
Halloween era mi fiesta preferida, junto con la Navidad. Era un día en el que todos podíamos salir disfrazados como quisiéramos sin poder ser juzgados por nadie. Yo solía ir todos los años de bruja porque si hubiera sido una heroína hubiera tenido el poder de volar y sólo las brujas podían hacer eso. No era la típica chica que quería ser una princesa, un hada o algo por el estilo, no; quería ser una bruja, pero una bruja a la que se pudiera adorar.
Todo esto del disfraz era debido a que el mejor amigo de Jake, o sea, Kyle, nos había invitado a una fiesta en su casa. Con ese 'nos' me refiero a Sammy y a mi, ¿qué otra persona iba a ser?.

Como si mi mente la hubiera llamado Sammy apareció tras la puerta de mi cuarto. 
- ¡Hola! ¿Preparada para la gran fiesta que nos espera en casa de Kyle? ¡No puedo esperar ni un segundo más!.- por lo que acababa de decir no sé si tenía más ganas de ir porque Halloween también era su fiesta favorita o porque estaría con Kyle. Siempre he imaginado que le gustaba, pero nunca me he atrevido a preguntar, porque ya tengo suficiente con todo el tema Jake.
- Sí, genial.- dije con algo de ironía.
 Sammy me miraba fijamente, embobada, mientras terminaba de maquillar con un delineador negro mis ojos verdes, como si nunca hubiera visto algo parecido.
- Ya me queda poco, no te preocupes.- le dije. Ella se limitó a asentir, sin decir palabra.
Cuando terminé de prepararme, alrededor de una hora más tarde, fuimos hasta su coche (ya que yo no tenía, desgraciadamente) y su Jeep nos llevó hasta la fiesta.
Entramos y sentí como todos fijaban la mirada en nosotras mientras caminamos por el alargado pasillo. Miré hacia el suelo, haciendo que mi flequillo tapara gran parte de mi cara para no seguir siendo el centro de atención, pero justo en ese instante lo vi. Notaba como me recorría con la mirada, esa mirada tan cálida que podía hacer que cayera rendida a sus pies. No hice caso a mis sentimientos que me decían que me acercara, asi que ni siquiera me paré a saludar, seguí mi camino hacia el salón. Todos disfrazados bailaban y hablaban mientras algunos tomaban bebidas, como poncho de un rojo pasión parecido a la sangre. Había una bola de disco que brillaba y giraba en el techo, dándole algo más de vida a aquella fiesta, e incluso una fuente de chocolate sobre la mesa.
- Hola, Amy. ¿Qué te parece la fiesta? .- me preguntó una voz conocida que se había acercado hacía mí por detrás.
- Un buen decorado .- le contesté.
- Todo esto lo he hecho principalmente por ti, me he esforzado por saber todos tus gustos para poder organizar esta fiesta a tu manera, como tu misma la hubieras hecho.- Esta vez no contesté. No me podía creer que Kyle hubiera sido capaz de organizar todo esto y haber pagado tanto dinero sólo para hacer una fiesta en un día que me encantaba, pero que aún así no era demasiado especial.- ¿Te apetece algo de beber?
- Sí, por favor .- le contesté, pero en cuánto vi que se le alejaba, huí en busca de Sammy que había desaparecido de mi lado por arte de magia mientras yo hablaba con Kyle.
No la encontré por ninguna parte, pero sí a Jake. Me observaba mientras hablaba con unos amigos y pensé que era el momento perfecto para poder hablar con él.
- Tenemos que hablar, ahora.- le dije con decisión. Me di media vuelta y me dirigí hacía el jardín. Pude ver con el rabillo del ojo como Jake me seguía algo distraído.
Estando ya allí pude observar con detenimiento la piscina, que se encontraba llena de hojas debido a los árboles que se encontraban a un lado de ésta; las vallas de alrededor de color verde, las cuáles la gente saltaba para bañarse en la piscina; una gran diversidad de árboles sobre el césped lleno de flores, entre otras cosas.
Jake se colocó frente a mí. Miraba fijamente mis ojos, como si pudiera adentrarse en mis pensamientos y descubrir mis más oscuros secretos.
- ¿Por qué me evitas?.- le solté.
- No te evito.- rebatió e hizo una pausa-. Es solo que... no lo sé. No sé qué esperas que te diga que no te haya dicho ya.- suspiró frotándose la sien con cierto nerviosismo-. Me gustas y quiero salir contigo, y se que dije que no me gusta etiquetar las cosas de esto y aquello, pero no sé cómo hacerlo porque realmente quiero que esto que ocurra, que esto se transforme en algo; pero entonces tú dices que no quieres nada serio y que necesitas un tiempo y no sé cómo manejarlo porque ninguna chica jamás me ha rechazado antes, por decirlo de algún modo.- soltó atropelladamente las palabras.- Me dices que te evito cuando solo hago, o intento hacer, lo que tú misma me pides.
Llevaba razón en cuanto a todo lo que decía. Amy, ¿qué quieres realmente? Me pregunté a mi misma. No pude resistirme a la forma en la que me miraba y en la sinceridad de las palabras que salían de él. Rodeé su cuello con ambas manos, le acaricié el pelo y lo fui acercando hacia mí hasta que nuestros labios se tocaron. Sí, le estaba besando. Por segunda vez. Y pensé que podría darle una oportunidad a lo nuestro, a lo que quería y a lo que sentía mi corazón.
No rechazó el beso, asi que sonreí sobre sus labios complacida por ello. Estuvimos largos segundos tan unidos como nunca, hasta que me aparte de él al oir la puerta de fuera abrirse. Fuimos a escondernos detrás de unos matorrales sin saber si quiera el motivo de huir de todo persona que pudiera vernos juntos. Éramos una pareja, oficialmente, o al menos eso pensaba. Jake me leyó la mente porque justo en este instante preguntó esperanzado:
- ¿Somos pareja oficialmente?.- noté el brillo en sus ojos, y no pude negarme a lo que quería tanto como él.
- Sí, lo somos.

 Atte, Adriana.

sábado, 26 de octubre de 2013

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Sexto capítulo: The Message.

Estaba jugando al Candy Crush cuando una luz roja del móvil empezó a parpadear. Un whatsapp. 
"Amy, no quiero que estés con otro tío, no quiero que nadie más pueda besarte ni que algún mierda se atreva a hacerte sonrojar, sólo yo puedo. Quiero que salgamos, aunque no me gusta poner etiquetas, ¿qué dices?". 

 No me esperaba que Jake me pidiera salir, porque realmente no sabía bien qué me estaba pidiendo en ese mensaje y la verdad, no tenía pensamiento de contestarle porque tenía que pensarlo antes de decidirme pero él ya había visto que estaba en linea, así que opté por contestar con la respuesta más sincera: "Jake... Yo ahora mismo no quiero estar en serio con nadie, no me siento preparada, necesito tiempo." Leyó mi mensaje, pero no contestó, esperé un par de minutos por si estaba pensando una repuesta pero no fue así, por lo que me puse manos a la obra para que mi cumpleaños saliera como yo quería.
 Llamé a Sammy y le pregunté si podía recogerme para ir de nuevo al centro comercial. No se pensó ni un segundo el venir a por mí. Primero fuimos a las pocas tiendas que había de decoración para eventos. Compré algunos globos, vasos rojos y azules, algunas guirnaldas y también encargué una tarta de dos pisos en la que mi nombre parecía estar en 3D gracias al fondant. Mis anteriores cumpleaños se habían limitado a una cena con los amigos más cercanos en algún restaurante de comida rápida, sin olvidar los comentarios de mi madre los cuales hacían que me convirtiese en un tomate; pero este año sería diferente, después de varias conversaciones en las que Sammy había participado, habíamos convencido a mis padres para que se fuesen al cine y luego a cenar fuera y me dejasen la casa para celebrar un cumpleaños en condiciones. Tras comprar los decorativos, entramos de nuevo en las tiendas que habíamos visitado la última vez, pero el único cambio que observamos fue que los maniquíes ya tenían los abrigos y las bufandas pues el invierno estaba ya aquí pero, de vestidos para mi cumpleaños ni rastro. Desquiciadas e incluso con los pies hinchados, entramos a mi tienda favorita, y casi rezaba por encontrar allí algo que me sirviese para ser la protagonista en mi cumpleaños. Una dependienta pareció darse cuenta de nuestra desesperación y le expliqué lo ansiosa que estaba por destacar en mi día, así que comenzó a guiarnos a través de la tienda señalándonos varios vestidos o conjuntos que podrían servir. Entre todos los que me llevé al probador dudaba seriamente si llevarme una falda de tubo larga y un top blanco de manga caída o un vestido negro ajado de tirantes anchos con un encaje bordeando las axilas que me llegaba por las rodillas. Sammy, como buena ayudante de compras, me trajo unos tacones cerrados preciosos para que viese como me quedarían ambos conjuntos desde la altura y definitivamente optamos por el vestido. La dependienta asentía con la cabeza dando su aprobación a mi (nuestra) elección. Definitivamente sería un acierto llevarme el vestido y los tacones.
Cuando compramos aquel increíble vestido, mi mejor amiga se le ocurrió la idea de ir a comer unas hamburguesas al McDonald's.
Nos sentamos en una de las mesas redondas cercanas al ventanal que daba a la calle, empezó a llover y ambas maldijimos no haber aparcado más cerca de la entrada. No sabía cómo contarle a Sammy lo que había pasado con Jake, no es que no se lo quisiese contar, es que simplemente no sabía cómo reaccionaría, así que rompí el hielo de la única forma que se me ocurrió: 
-Sammy, eres mi mejor amiga y te tengo que contarte algo... –dije mirando mi comida. 
-¿ME HAS OCULTADO ALGO? -abrió demasiado los ojos. 
-Sí, bueno, en realidad no. Ay. Escúchame. 
-Escucho... -dijo disminuyendo el tamaño de sus ojos de alguna forma inexplicable. 
-¿Recuerdas el día que me llevaste hasta el instituto porque había quedado con Jake? –asintió sin interrumpirme- pues bien -cogí aire- Me llevó a un parque privado que comparte la casa de sus abuelos con otras casas alrededor. 
-¿Te llevó a casa de sus abuelos? -sabía que no aguantaría sin interrumpirme. 
-No, ahora no viven ahí -continué- nos sentamos en un columpio y… me besó. 
-¿EN SERIO? -los ojos se le salieron de las órbitas (otra vez) 
-Sí -dije sonrojada. 
-¿Y cómo fue?
-Hoy la verdad es que lo veo bastante peor de lo que fue -agaché la cabeza y empecé a revolver las patatas en la salsa. 
-Hey, ¿qué ha pasado? 
-Me ha mandado un whatsapp este mediodía y me ha dicho que quiere salir conmigo, pero que “no quiere ponerle etiquetas” -dije entrecomillando la frase con las manos. 
-¿Te ha pedido salir? 
-¿Me estás escuchando Sammy? No quiere ponerle etiquetas, y la verdad, sigo pensando que todo esto es un juego para él. Y voy a ser yo la que pierda… 
-No creo que sea un juego, ya no -dijo bastante seria- ¿qué le has contestado? 
-Que no quiero estar en serio con nadie. 
-¿Y…? 
-No me ha contestado, y sé que lo ha visto porque ponía “en línea” pero nada. 
-Bueno, dale tiempo, supongo que jamás le han dicho que no y está asimilándolo -sonrió y le acompañé. Ese era uno de los motivos por los que Sammy era mi mejor amiga, porque era capaz de cambiar de idea rapidísimo y hacerme sentir bien con una simple sonrisa.

Atte, Adriana & María.