viernes, 1 de enero de 2016

0 Comments

Duodécimo capítulo: Wrong decisions.

JAKE:
Todo mi mundo se venía abajo. No podía concentrarme en otra que en aquella imagen. Se repetía en mi cabeza como la típica canción pegadiza de los anuncios, pero con bastante facilidad podía encontrar las siete diferencias. Para disminuir el dolor que mis pensamientos provocaban en cada rincón de mi cuerpo, empecé a golpear la pared de mi cuarto con fuerza, impotente. Había llamado a Amy alrededor de unas veinte veces y nada más que podía escuchar la voz de la operadora diciéndome que el número no estaba disponible. ¿Cuánto tiempo más iba a tener que estar así? No podía permitir que una chica le diera la vuelta a mi mundo de tal manera pero, no tenía más remedio. Yo había decidido que ella formara parte de mi vida así, y no iba a negar que me gustase que ella fuese el cambio repentino que me hacía falta.
Estaba cansado, estaba harto de las discusiones familiares. Mis padres siempre peleando, y como el tonto de Jake que era, siempre quería ser el "intermediario". Quería algo tan simple como solucionar los problemas que habitualmente tocaban a la puerta de mi casa, pues no soportaba ver como mi hermana se tapaba los oídos con fuerza para no escuchar las voces e intentar dormir. No me gustaba tener que ir cada noche a su habitación para abrazarla con fuerza y que se durmiera en mis brazos, pero que ahora se me sumara ese rompecabezas con Amy, me mataba.
No quería despertar la curiosidad de mi hermana, Grace, pero los golpes resonaban en toda la segunda planta de la casa, y no me lo replanteé antes de hacerlo. Entonces tocaron a la puerta y yo sabía que me encontraría con sus ojos inocentes.

—¿Estás bien? —preguntó Grace preocupada tras posar sus oscuros ojos en mis manos. Yo aún transpiraba con fuerza; me faltaba el aire.
—¿Qué pasa, enana? —le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja, evadiendo la pregunta— ¿Tienes alguna duda con los deberes?
—No —contestó rápido, como si se desinteresara de tema y quisiera hablar de algo complicado pero no supiera como explicarse—. Probablemente pienses que soy demasiado pequeña, pero sé más de lo que piensas, ¿sabes? —dijo casi tartamudeando.
—¿Algo como que estoy saliendo con una chica? —abrió mucho los ojos y la boca.
—¡Eso es! —exclamó echándose flores— ¡Sabía que me escondías algo! —puse los ojos en blanco— ¿Y lo de los dedos? —puso una mueca.
—No es nada —contesté como si no me doliera ni un poquito—. Fue jugando al baloncesto —mentí cuidadosamente.
—Tendré ocho años, pero mi asignatura preferida es conocimiento del medio, y casi que te puedo asegurar que eso no te lo has hecho jugando al baloncesto —me espetó mi hermana. No me podía creer que estuviera tan espabilada a una edad tan temprana.
—¿Casi? ¿No estás completamente segura? —le pregunté burlándome de ella, y me fui acercando lentamente como si fuera un león intentando cazar a su próxima presa. Y cuando vi la oportunidad, la cogí por los pies y me la coloqué en el hombro izquierdo. Ella comenzó a chillar como loca, y yo le empecé a hacer cosquillas en los pies. Me golpeaba con fuerza el pecho hasta que la desplomé en el suelo.
—¡Tienes suerte que sea la mejor hermana del mundo y no vaya a chivarme! —me dijo sacándome la lengua. Reí ante su comentario y tras varias insistencias en cuánto a curarme la herida, dejé que fuese a por el botiquín y se encargase de que su hermano estuviera, como ella decía, "sano y a salvo"— ¿Sabías que te quiero mucho?
—No lo he dudado ni por un segundo —le respondí arrogante.
—¿Ni siquiera aquella vez en la que te dije que te odiaba?
—Ni siquiera aquella vez —y la abracé fuerte.
—Tengo dos últimas preguntas. Primera, ¿quién es ella? Y segunda, ¿cómo llevas las divisiones?


AMY:
Volví a casa sobre las seis de la tarde y no sabría decir si me había sentado bien o mal la terapia con Sammy, porque bueno, tal y como dice la palabra tuve que contarle todo lo que había ocurrido desde que Emily se había mudado. Cuando le terminé de relatar lo que había pasado durante estos días, historia a la que había prestado bastante atención, se "limitó" a decir: Menuda arpía. Aún no sé como no has fregado el suelo de tu casa con ese pelo, y bueno, no hablemos de esos ojos de sapo... podrías haber cocinado para mí un salteado o algo. ¿Y esa sonrisa? Vaya, si es una falsa. No entiendo como tu madre todavía no se ha dado cuenta, pero si se le ve que te quiere robar el novio hasta en esa mirada, y no es porque sepa que es su ex. Pero, por favor, no hablemos de tu querido novio, porque si no estuviera saliendo contigo diría que tiene el gusto en el ojete. Fue ahí cuando me llevé una mano a la cabeza y tuve que reírme aunque no quisiera, ni tuviera ni un poquitito de ganas. Esta chica tenía una mente bastante capacitada para soltarte un comentario irónico, insulto ingenioso o tema de conversación extraño y que automáticamente se convirtiera en el tema ideal para tomar el té. 
Antes de que pudiera soltar las llaves en el mostrador, el timbre sonó. Seguro que es Sammy. ¿Me habré dejado algo en la guantera? me pregunté antes de abrir la puerta y ver esos ojos grisáceos. 
—Amy no está en casa, deja un mensaje después de la señal —"saludé" a Jake que llevaba un ramo de flores entre las manos, y al instante, le cerré la puerta en las narices. Bueno, mejor dicho, lo intenté. Jake sabía cuál iba a ser mi reacción al verle, por lo que puso un pie para que no pudiera cerrar. Le empecé a dar golpes fuertes contra el pie, pero parecía que lo tenía de metal, pues ni siquiera puso una mueca de dolor, simplemente alzó las cejas. Una expresión la cuál la traduciría algo así como "no me voy a ir hasta que hablemos" o "soy demasiado sexy", cualquiera de las dos podría haber sido una buena forma de interpretar su rostro. En resumen, que ni siquiera el martillo chupado de Miley Cyrus podía sugerir con un pequeño golpe en el pie que se marchase, por lo que abrí la puerta en su plenitud y me crucé de brazos, prohibiéndole el paso—. Te has equivocado de casa. La de tu novia está justo al cruzar la calle, a menos de diez metros. 
—¿A qué novia te refieres? —se hizo el tonto, y odiaba que se comportara como si un extraterrestre hubiera invadido su cuerpo y no supiera nada de lo que había pasado las últimas veinticuatro horas. ¡Ni que viniera de otro planeta!— Amy, he venido aquí porque no quiero que nadie nos separe, porque te has convertido en alguien importante para mí, y creo que te lo he demostrado,— hasta aquí, íbamos bien— pero tampoco puedo dejar que unos simples celos rompan mi amistad con una chica con la que siempre he podido contar —momento en el que Jake arruina su "gran" discurso.
—¿Algo más que decir? 
—No, solo pido que me comprendas. 
—¿Comprender? ¡¿Qué es lo que he de comprender?! ¿He de comprender que Emily es una chica estupenda? O, ¿he de comprender que lo me dijo el otro día en el porche de su casa era una simple broma? —y me llevé las manos a la boca, porque sabía que si le contaba a Jake lo sucedido no me iba a creer, pensaría que sería otra obra dramática de las mías para que se alejara de ella. 
—¿Qué es lo que te dijo el otro día? —preguntó curioso, y al mismo tiempo, confuso. Entró en casa y cerró la puerta de una patada. 
De repente me vi acorralada, no sabía qué hacer, qué contestar; tenía miedo. Emily era audaz, y aquella vez cuando me amenazó, no le importó hacerlo, porque sabía perfectamente que en el caso de que yo acudiera a Jake como una niña pequeña débil e inofensiva, no me creería. Por esa misma razón nunca me atreví, pero esa mirada... esa mirada me incitaba a contarle lo ocurrido, me aportaba mucha confianza y creía estar segura que podía hacerlo, que me creería. Quizás, y solo quizás, si no me hubiera comportado como si estuviera celosa, si me hubiera mordido la lengua y si hubiera esperado un poco, todo hubiera salido bien. Pero no podía quedarme paralizada durante mucho tiempo imaginando el que pasaría si hubiera tomado las riendas de mis decisiones por otro camino. Pasara lo que pasara, no había vuelta atrás, tenía que vivir con las consecuencias que yo misma había asegurado, pero aún así, no me arrepentía. Aunque no iba a negar que hubiera preferido comportarme con más valentía, pese a no saber cómo. 
—Me amenazó —le dije sin reparar en su contestación. Ya está. Pero tal y cómo esperaba, se rió. Y empecé a notar como mis ojos se hundían entre lágrimas, e intenté espantarlas. 
—¿Y por qué no me lo has...? —le interrumpí lo que quería decir a continuación.
—¡¿Ves?! ¡Porque sabía que no me creerías! ¡Porque según tú estoy celosa! Y, ¿debería? Es verdad, es muy de amigos eso de hacer la misma escena de La Dama y el Vagabundo con los espaguetis, entre otras tantas, por supuesto.
—Si me escucharas quizá podríamos solucionarlo —dijo casi riéndose por lo que había dicho de la película disney—. Te voy a decir algo que te va a aclarar todas las dudas: te creo. 
—¿Me crees? —y puse una mueca a doble tiempo que fruncía el ceño. 
—Se supone que una relación se basa en la confianza mutua —lo dijo como si lo hubiera leído en alguna página de internet en la que te explican cómo sabes si estás con la persona adecuada pero, a decir verdad, Jake no parecía de ese tipo de personas. O quizás sí, algún día le preguntaría—. Lo que no esperaba es que tú no confiaras en mí. 
—No me has dado motivos, Jake —dije lo que pensaba; era cierto. Se dejaba llevar por una chica, no veía mal que ella le abrazara por la espalda o que le diera un beso rozando la comisura de sus labios, no lo veía mal o no se daba cuenta—. No sabes lo complicado qué es ver hacer con Emily cosas que normalmente las parejas hacen. No sé, quizás deberíamos dejarlo —ni siquiera sabía porque había dicho eso último, no quería hacerlo, y no quería rendirme, pero no sabía que otra opción pudiese haber.
—¿Dejarlo? ¿Te refieres a lo nuestro? —su rostro empalideció. 
—Sí —me mordí el labio con fuerza e intenté no llorar, al menos hasta que él respondiera. Esperaba que él fuese la solución a los errores que yo cometía, pero debía de comprender que no vivíamos en el típico cuento de hadas con príncipe azules, princesas con vestidos rosas, y animales parlantes. Debía comprender que no existían las hadas que hicieran que las calabazas se convirtieran en carrozas, ni besos que te salvasen de las manos de la muerte. Por eso me era tan difícil contenerme, porque estaba dispuesta a sostener la carga del mundo a mis hombros—.
—No voy a oponerme a ello, pues yo quiero lo que tú quieras. Solo espero que tomes la decisión acertada, ¿estás segura de ello? —Jake hablaba de decisiones como si yo alguna vez hubiera hecho lo correcto. No sabía diferenciar el bien del mal, y no tenía ni idea que era lo mejor. Pero, ¿qué motivo teníamos nosotros para estar juntos si no funcionaba? Sabía que esto me rompería en añicos, pero... así debía ser.
—Estoy... segura —indecisa, bajé la cabeza mientras perdía la guerra. 

Jake se acercó sin apenas hacer ruido y me plantó un beso en la frente, y fue su figura empeñada en lágrimas lo último que vi antes de pudiera decir "adiós".